Contra viento y marea... ¡Vamos!

 

Foto: Tomada de Prensa Latina

Rosa Pérez López

Fue el 8 de enero de 1959. Fue pronunciando su primer discurso en La Habana cuando Fidel le preguntó “¿Voy bien, Camilo?” Y lo hizo el líder de entonces y de siempre por algo más que por decir el nombre propio del Señor de la Vanguardia.

Fue el público reconocimiento de la confianza y la lealtad que pactaran desde la travesía del Granma y la lucha en la Sierra hasta el triunfo de la Revolución, esos dos rebeldes comandantes.

“Contra Fidel... ¡ni en la pelota!”, dijo poco tiempo después para confirmar su absoluta fidelidad el humilde joven habanero con vocación de artista; el estudiante de escultura en la Academia San Alejandro, que prefirió trocar el buril por el fusil para esculpirle a la patria un porvenir más digno.

El guerrillero de bíblica estampa que jamás desistió de su sonrisa; ni de ese modo tan suyo de convertirse a fuerza de valor, entrega, jovialidad, honestidad y simpatía en la viva imagen del pueblo cubano.

El decidido revolucionario que mandarria en mano comenzó a hacer realidad el sueño de transformar los cuarteles en escuelas, al derribar los muros de Columbia y hacer de ese antiguo campamento de la tiranía batistiana una Ciudad Escolar llamada Libertad.

El jefe militar que partió hacia Camagüey para neutralizar sin un disparo, sino sólo con su voz de mando y su imbatible firmeza, los intentos sediciosos de un traidor. El entrañable compatriota a quien los cubanos no volvieron a ver nunca más, ni pudieron rendirle otro tributo póstumo tras su desaparición que las flores germinadas en el mar; y desde lo más profundo de la gratitud y del recuerdo, siempre que el mes de octubre llega a su vigésimo octavo día.

Hoy hace 63 años que Camilo Cienfuegos Gorriarán dejó de ser presencia física entre nosotros. Justamente cuando sobre Cuba se ciernen los afanes desestabilizadores de quienes pretenden revertir el rumbo de la Revolución y sus nobles conquistas, contando con el apoyo de un imperio que aún no se resigna a la existencia de un país tan soberano, tan digno y tan valiente a 90 millas de sus costas.

Un país en cuyo pueblo hay muchísimos Camilos, que hasta después de morir en el combate levantarían sus brazos para seguir defendiendo la bandera de la estrella solitaria... así estuviera deshecha en menudos pedazos.

Un pueblo que jamás se doblegará ante las manipulaciones, las presiones y las amenazas de sus enemigos; porque aprendió del Señor de la Vanguardia que solamente se pondría de rodillas e inclinaría su frente para decirles a los héroes y mártires de la patria que su sangre no fue vertida en vano.

Un pueblo con la vergüenza tan alta y tan firme como la Sierra Maestra, que pese a las adversidades, desafíos y complejidades que nos imponen estos tiempos, nunca renunciará a su independencia; a su soberanía; y a su derecho a seguir edificando y perfeccionando una sociedad que necesariamente será cada vez más justa y más humana.

Son esas suficientes razones para este 28 de octubre retomar nuestro tradicional encuentro con Camilo frente al mar y decirle desde lo más profundo de la gratitud y del recuerdo que, alentados por su inmortal e inspirador ejemplo, contra viento y marea... ¡vamos!

nyr

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