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Ni olvidados, ni muertos

Hace sesenta y cinco años unos monstruos uniformados de odio y saña no sabían la inteligencia, el carácter, la integridad que habían asesinado cuando acribillaron la juventud de Frank País García. El maestro santiguero de sonrisa dulce y mirada soñadora que quizás por haber venido al mundo un 7 de diciembre, naciera predestinado a reencarnar en su breve paso por la vida el patriotismo y el coraje del Titán de Bronce que advirtió a quien quisiera apoderarse de Cuba, que sólo recogería el polvo de su suelo anegado en sangre... si no perecía en la lucha.

Aquel 30 de julio de 1957 fue la sangre de Frank la derramada en el Callejón del Muro de su natal Santiago de Cuba, para convertirse en ejemplar surtidor de rebeldía, valor y entrega para tantos cubanos y cubanas que hicieran de la patria un altar donde ofrendar sus vidas en aras de nuestra total y definitiva independencia. Esos Mártires de la Revolución que son y serán siempre inspiradores legionarios del cotidiano batallar de nuestro pueblo, cada vez más decidido a seguir mereciendo el sacrificio de quienes no están ni ovidados, ni muertos.

En estos tiempos tan difíciles y desafiantes viven más que nunca quienes lo arriesgaron todo por sus ideales de libertad y sus sueños de justicia. Mujeres como Lidia Doce, Clodomira Acosta, Urselia Díaz o Enma Rosa Chuy. Hombres como Abel Santamaría, José Luis Tassende, Gerardo Abreu o Raúl Pujol. Esos miles de nombres atesorados en el martirologio y en el alma agradecida de la patria, que se han perpetuado en escuelas, hospitales, fábricas, cooperativas; en cada sitio donde la obra revolucionaria honra la memoria de quienes la hicieran posible al precio de sus valiosas vidas.

Ni olvidados, ni muertos, hoy viven más que nunca los Mártires de la Revolución en el inquebrantable compromiso de un pueblo que no traicionará ni renunciará jamás a los ideales y los sueños por los que luchó y cayó Frank País García. Porque la sangre por él derramada hace sesenta y cinco años sigue siendo un ejemplar surtidor de lealtad y firmeza revolucionaria para toda cubana y todo cubano digno. Esos millones de patriotas que ratificarían con su propia sangre si fuera necesario la advertencia hecha por el Titán de Bronce a quienes intenten apoderarse de Cuba.

Por: Rosa Pérez López

lgl

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