Foto: Ariel Cecilio Lemus
Casi dos años han pasado desde que La Habana se despertó sintiéndose triste, sola. Los titulares anunciaban la muerte de Eusebio Leal. Pero, ¿Cómo puede morir alguien que llenó de vida y levantó del polvo no una persona ni una calle, sino una ciudad completa?
«La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida». Las palabras del Apóstol pueden decirse sobre tantísimos grandes hombres y mujeres, pero se amoldan alrededor de Leal como si hubiesen sido escritas para él. Es que su obra fue tan vasta, tan hermosa, que, como dijo Magda Resik, directora de Comunicación de la Oficina del Historiador de la Ciudad y vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba: «Cuando lo olviden los hombres, todavía lo recordarán las piedras».
Pero ellos no lo olvidan. ¿Cómo hacerlo si respira en cada adoquín de la Calle de Madera, saluda desde cada plaza, dobla por cualquier esquina del Centro Histórico, con sus ropajes de azul y gris, camina hasta el Museo de la Ciudad y se sienta en su banco favorito del patio interior?
Muchos han sido los homenajes a su figura, desde la tarja en el patio del otrora Palacio de los Capitanes Generales, la estatua a tamaño real en la entrada de este, hasta la dedicatoria de cada evento que la Oficina del Historiador ha organizado desde 2020.
Rutas y Andares, programa cultural para los meses de verano que él mismo ideara hace dos décadas, le rinde también agasajo. Tras la ruta de Eusebio Leal comenzó el año pasado con una popularidad tremenda. Este agosto la invitación regresa para explorar, cada sábado, una faceta diferente de la personalidad y el trabajo del historiador.
Leal coleccionista, Leal gestor cultural, Leal arqueólogo y Leal y Roig son los nombres de las Rutas que durante cuatro semanas conducirán al público asistente por algunos sitios donde trabajó, donde acudía regularmente a supervisar las obras en restauración y otros tantos sitios en los que hoy se exhiben las piezas que con tanto amor fue coleccionando durante años; no para sí mismo, sino para su eterna novia, esta ciudad.
Durante la celebración del medio milenio de La Habana, un Leal visiblemente más cansado de lo habitual, dijo a los invitados que el 500 ya se había acabado, que a partir del 17 de noviembre empezaban a trabajar para el 501.
Esa es, entonces, la mejor forma de recordarlo, trabajar sin descanso para preservar lo que se logró y continuar creciendo; para que La Habana no muera nunca, como no lo hará él.
nyr/Granma
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