Stevens ajusta los arcos en Parapanamericanos de Santiago

 

Uno de los mejores arqueros cubanos de la historia se desempeña ahora como entrenador de atletas en condiciones de discapacidad. Foto: Calixto N. Llanes, enviado especial de JIT

A Juan Carlos Stevens puede vérsele en estos días en medio del ajetreo de la delegación cubana que compite en los VII Juegos Parapanamericanos.

Esta vez no lanzará flechas para acumular puntos en la competencia: ya colgó el arco que tantas glorias le dio antes.

Sin embargo, se resiste a abandonar los grandes escenarios de competición, se niega a alejarse de su mantra: el silbido de las flechas caminando a la diana y la percusión de las saetas en el cojín.

Tiene tanto por enseñar que aceptó el desafío de seguir como entrenador: «me propusieron el reto de trabajar con atletas en situación de discapacidad y acepté porque quería seguir vinculado al deporte», relata con voz pausada ante el periodista que indaga.

Alterna su desenfado con el rictus de aplomo y seriedad que regala a la conversación, «nunca pensé que me iba a enamorar de esta labor», añade solemne.

Se ha guardado todas las sonrisas para el 10 que acaba de conseguir Manolito, su alumno. Lo anima y le reta a que lo haga como la fecha anterior... «Parecías un profesional tomando los tiempos y la respiración», le alienta.

Y vuelve al papel de mimo hábil que regala rostros teatrales según el contexto. Huelga decir que el que adopta para la entrevista es el impostado, se siente más cómodo estirando la cuerda del arco, calibrando la mira.

«Lo mejor y más inesperado de esta nueva labor es lo que aprendes», responde sin pensar. «Es una escuela constante trabajar con ellos porque debes adaptar toda la técnica a sus condiciones», explica y se torna de plano a señalar a Leidys Posada, algo que solo el ojo experto puede notar.

Se desdobla como un camaleón y notas que el impostado ademán de seriedad se desmorona ante el cándido consejero. No parece un profesor avezado a primera vista, sino un padre para estos dos valientes que tomaron un arco por primera vez en sus manos hace apenas un año y ya están compitiendo en unos juegos parapanamericanos.

«Todo el mérito lo tienen ellos, que han logrado la técnica que otros cultivan desde niños. Recuerdo que la primera competencia de Leidys fue justo antes de venir, y en la cual se clasificó a este evento. Allí lanzó sin un aditamento de precisión que aporta a la puntería, pero demanda más destreza», explica.

«Cuando alcanzó la puntuación que daba la plaza, entonces supe que estaba lista y aproveché para agregar eso a su implemento», narra complacido y la señala con orgullo, «mira como está», indica, «parece una veterana», se jacta.

«Esto es apenas un argumento para notar que se puede llegar más lejos. En solo un año se ven los frutos y espero seguir avanzando en el futuro. También espero que se sumen otros tiradores», apunta delatando su ambición, sus ganas de seguir.

«Aquí no sirve ser un buen entrenador, tienes que servir también como amigo, comprender sus historias, hacerles entender de qué son capaces y despojar el temor», advierte antes de ejemplificar la reticencia con la anécdota de la incredulidad de la madre de su alumna, quien no creyó posible el progreso hasta que vio a su hija tomando el avión hacia la competencia.

Sabe Stevens comprender la nobleza escondida detrás del rigor de la academia, de los apuntes técnicos, de los test evaluativos. «Esto es otra cosa, para tener éxito aquí también hace falta "bomba"», se golpea el pecho. No necesita decir más.

odh/CubaSI

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