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Texto Rosa Pérez López
Sólo dos días antes de aquel vuelo que no lo regresó a La Habana, sino lo condujo a la inmortalidad, por última vez le habló al pueblo cubano quien estaba hecho a su imagen y semejanza. El joven comandante rebelde que siempre reclamara para sí un lugar en la primera línea de los riesgos, con la misma naturalidad con que prodigara bromas, abrazos y sonrisas.Cuba entera escuchó en su voz vibrante la estrofa final del poema que Bonifacio Byrne dedicara a la bandera de la estrella solitaria, sin suponer que desde el 28 de octubre de 1959 Camilo Cienfuegos Gorriarán estaría de otra manera en todos los combates de su pueblo, ocupando como siempre un sitio en la vanguardia.
Han transcurrido ya sesenta y cuatro años, y en este octubre de complejos desafíos que ponen diariamente a prueba la firmeza y el coraje de una nación entera, resuenan en el alma de la patria aquellos versos en los que
Camilo trazara sin saberlo su propio destino de guerrero inclaudicable.
Desde el fondo del mar donde se atesora su leyenda, sus brazos se siguen alzando para defender la revolución a la que consagró su valiosa y valerosa juventud
nyr
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