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A sesenta y tres años de aquel 23 de agosto

  



Por Rosa Pérez López

Han transcurrido sesenta y tres años desde aquel 23 de agosto de 1960, cuando el genio visionario de Fidel reconociera en Vilma Espín Guillois las ejemplares virtudes y el liderazgo imprescindible para encabezar la Federación de Mujeres Cubanas: esa revolución dentro de la Revolución que desde entonces ha estado a la altura de su misión, no sólo aglutinadora, sino también emancipadora.

Mucho costó llegar a ese histórico momento, pues fue preciso recorrer atajos en la manigua insurgente, escalar lomeríos en la rebelde Sierra y asumir el clandestinaje a ras de calle. Fue necesario trascender siglos de confinamiento en el hogar y el sometimiento a los trabajos más humildes y peor remunerados; centurias de ataduras humillantes y atavismos ultrajantes.

Pero llegó el día en que la mujer cubana, después de tanto mirarse en los espejos de su casa, comenzó a contemplar su reflejo en la historia y supo reconocerse a la par del hombre como compañera; y entonces se perfumó de sol y luna, como antes se había perfumado de jazmín; y se desnudó de prejuicios y presagios para hacerse más hermosa cuando vistió los honrosos atributos de su tiempo.

Un glorioso tiempo que ya abarca sesenta y tres años de andar por un camino hecho con pasos, esfuerzos, sacrificios y nombres de mujer. Un camino en el que hasta en las más difíciles y complejas circunstancias, cada cubana se ha convertido en protagonista de sus propios sueños ocupando la primera línea en el incesante batallar de todo un pueblo por alcanzar un porvenir cada vez mejor para la patria.

nyr


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