Inés María Miranda
Fotos: Tomadas de Internet
Con casi nueve décadas de existencia, mi madre no ha
podido desprenderse de prejuicios racistas, que de manera inconsciente mantiene
como bandera de vida. Lo lleva, pudiéramos decir, en sangre; inoculado desde
que abrió sus ojos hasta hoy, y lo ha transmitido a su descendencia como patrón
incuestionable. Solo que sus hijos, parecidos más a su época, y con el respeto
y la paciencia que merecen los mayores, han soslayado el prejuicio extendido
por mucho tiempo, pese a una sociedad cuyo proyecto político-social, y en
debate más profundo hoy, rechaza lo que discrimina, lacera, humilla o atenta
contra la integridad y dignidad del hombre y la mujer cualquiera sea su tez.
Pues bien, mi progenitora no acepta el pelo afro, tal como lo dispuso la madre
natura, porque así se lo inculcaron. No ve belleza; no puede verla, en el
cabello rizado, rebelde, delicado de los que tenemos piel oscura.
En consecuencia se ha exigido, y así con su prole,
plancharse el pelo con peine caliente en aquel entonces; sustituido después por
derriz de potaza o crema desrizadora.
El objetivo es sabido: deshacerse del pelo alambre, como le decían desde la
época colonial; de la pasa; el pelo malo, como aún se le califica hoy.
Claro está que esa práctica de estirarse el cabello,
asumida por los de pelo afro, en la
actualidad no implica necesariamente prejuicio racial, rechazo a lo dado por
nacimiento. Es simplemente moda, estilo, gusto...
Llegado a este punto, buscamos opiniones sobre este
asunto en particular, que solo es una arista del amplio y complejo tema racial.
De acuerdo con los interpelados: jóvenes, menos jóvenes y
adultos mayores, estirarse el pelo afro,
para algunos, es solo una manera de cambiar de estilo, de imagen. Otros
aseguraron que se gana en belleza sin los rizos, y unos cuantos señalaron que
tal práctica significa no aceptar este tipo de pelo que te dieron tus genes.
En mi criterio, y amén de que cada quien decide cómo
lucir su cabellera, rechazar el pelo
afro porque parece feo, te resta belleza o presencia, es prejuicio racial.
Explícita o sutilmente son expresiones o prejuicios de
nuestra cotidianidad; y herencia generacional que muchos, de forma inconsciente
o no, reproducen y llevan a la práctica; un patrón impuesto desde antaño,
asumido, y no sin orgullo, por mi octogenaria madre desde que llegó a este
mundo donde los humanos se distinguen por el tipo de pelo y el color de la
piel.
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