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El escritor venezolano Gustavo Pereira. Foto: La Ventana
Un marcado sentido de la responsabilidad intelectual
y de la necesidad de luchar contra la hegemonía cultural que pretende imponerse
a nuestros pueblos vertebró las palabras inaugurales, a cargo del escritor venezolano
Gustavo Pereira, de la edición 63 del Premio Literario Casa de las Américas, con
las que quedó oficialmente constituido el jurado del certamen.
La alusión a un juicio emitido en una carta por
el escritor Julio Cortázar a Roberto Fernández Retamar, escrita meses antes del
asesinato del Che, abrió el discurso: “En última instancia, tú y yo sabemos de sobra
que el compromiso del intelectual contemporáneo es uno solo, el de la paz fundada
en la justicia social”. Y se refirió, después, a la encrucijada que se les presenta
a los seres de “razón sensible”, fundamentalmente a “los intelectuales, los poetas
y los artistas de nuestro tiempo”, la que propone escoger entre “vivir, someterse
o perecer ante las pretensiones hegemónicas y agresiones demenciales de los poderes
imperiales”.
Contempló al Che, a Retamar y a Cortázar entre los
que apostaron por la vida, razón por la que siguen vivos “en esta Casa y en millones
de casas y millones de personas en el mundo”. Y validó que justo en esa casa “se
inició hace 64 años una contienda empecinada contra el olvido y la indiferencia,
otra guerra de independencia que no esgrime otras armas que las de la razón y la
sensibilidad”, y que contribuye “a no ser indiferentes ante el sufrimiento” de los
humillados y los desposeídos.
El autor de Sobre salvajes consideró que
el vasallaje cultural es posiblemente el más indigno de todos los que hoy persisten. Luego, citando a Sartre, refirió que no solo se
trata de someter a los conquistados, sino además se procura destruir sus culturas
y lenguas, “para luego domesticarlos y convertirlos en satisfechos vasallos”. Los
planes y pautas de la dominación no se han detenido, sino que adquieren nuevas modalidades,
tales como la propaganda falaz, “la más sutilmente perversa”, y los mass media,
denunció.
Sobre la literatura y la historia, dijo que “viven
unidas por un cordón nutriente llamado realidad”, y aseguró que es la poesía “el
único bien que el mercado no ha podido convertir en mercancía, aunque existan poetas
que lo intentan vendiendo el alma”.
Además de para enaltecer los “pasadizos secretos
de la realidad”, la poesía también surgió “para enseñar a la sensibilidad a sublevarse
ante la sordidez, la deshumanización y la injusticia”, comentó, y defendió la idea
de que, si bien no busca “arreglar lo desarreglado del mundo ni de nadie”, sí tiene
entre sus aspiraciones “hacer más humana la condición humana”.
Hacia el final, se refirió a la situación concreta
de Venezuela: “Vengo de un país bloqueado –como Cuba desde hace más de 60 años,
o como Nicaragua después– por los poderes supremacistas que pretenden resubordinar
a nuestros pueblos bajo la despiadada férula de los cercos y las privaciones”. Y apuntó que los poderosos olvidan que “las patrias
de Bolívar, de Martí, de Sandino y de tantos otros héroes conocidos y anónimos,
insubordinadas desde siempre a toda iniquidad, nunca se han rendido ni van a rendirse
ante ningún imperio ni poder despreciable”.
El poema Por los nuestros, con franca alusión a Chávez y a Fidel, y con el que además agradeció el honor de estar en Casa y compartir el sugestivo momento, cerró sus palabras y, con ellas, la primera jornada del Premio que han merecido tantos autores de la región, grandes defensores de los justos argumentos sostenidos por el insigne visitante.
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