Foto: Obra Cinco Palmas, de José Fuster
Bajo las palmas nuevas de un cañaveral –justo en una de las laderas de aquella serranía triste de los más humildes
y olvidados– renació la esperanza de un
pueblo un 18 de diciembre de 1956.
La fecha tenía ya un precedente
estremecedor: habían transcurrido 16
días del accidentado desembarco de los 82 expedicionarios del yate Granma, y 13
del revés de Alegría de Pío.
Parecía, entonces, que todo
estaba perdido; que las menguadas fuerzas de los revolucionarios no se
volverían a unir; que el hambre, la sed y las heridas mellarían la tenacidad de
los combatientes; y que el ideal libertario quedaría trunco entre tanto monte
agreste, el fuego enemigo y la sangre valerosa derramada en suelo patrio.
Pero aquel 18 de diciembre Cinco Palmas se convertiría en la fragua de lo
imposible. “¡Ahora sí ganamos la guerra!”, había
gritado eufórico Fidel tras el encuentro con Raúl y otros seis combatientes,
entre todos armados apenas con siete fusiles; y, sin embargo, la frase
devendría semilla fértil con la que germinó la inquebrantable certeza de no
cejar en la lucha.
Allí, en el sitio exacto del
reencuentro entrañable, del abrazo salvador y de la profecía irredenta que dos
años después cumpliría el sueño postergado de un país, aún se respiran los
aires de rebeldía con los que se defendió, y se sigue defendiendo la nación.
Porque Cinco Palmas es un símbolo de resistencia que inspira siempre; es
pedestal sublime que recuerda la grandeza de la red de ayuda campesina bajo la
conducción de Celia; es la misma montaña hermosa del verde olivo que abrigó al naciente Ejército Rebelde; y
es, “por muchas razones, un altar al optimismo revolucionario y a la fe en la
victoria”, tal como lo expresara el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés
Menéndez, al conmemorarse el aniversario 60 del histórico hecho.
Es por ello que la Cuba en
Revolución ha tenido siempre en reserva una capacidad inmensa de reponerse ante
la adversidad. Es el ejemplo latente de Fidel de no rendirnos, aunque los
golpes sean fuertes, aunque los retos parezcan inalcanzables, o aunque algunas
tempestades nos arranquen lo vivido y haya que volver a levantarse para retomar
el camino de nuestra obra socialista.
Por ello hoy, también, frente a
todo tipo de complejidades y amenazas con visos de injerencia imperial, hay un
pueblo que no renuncia a su memoria histórica, ni a sus principios, ni a sus
ideales, porque habita en su pecho la convicción profunda de que ¡sí se pudo,
sí se puede y sí se podrá!”.
Mailenys
Oliva Ferrales
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