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Cecilia Valdés en la Loma del Ángel

 

Foto: Dago Martínez


Hay una muchacha en la Habana Vieja, fundida en bronce a la entrada de la Iglesia del Santo Ángel Custodio, linda, con el peinado bien cuidado, coqueta con abanico y estola; pero tiene la mirada clavada en el suelo, y una expresión que me parece más de congoja que de satisfacción.
 
Es Cecilia Valdés, y allí está emplazada desde hace ocho diciembres gracias a su creador, Erig Rebull.
 
A cada rato la veo con flores en su regazo, también ponen velas a sus pies; y me imagino que tal vez la veneren de formas folclóricas, quizás también algún rezo, una plegaria.
 
Nunca esperó Cirilo Villaverde, que tantos años después su personaje sería famoso no solo para la literatura cubana, con trascendencia universal; sino para el simple transeúnte.
 
La obra escultórica es fruto de un arduo trabajo conjunto. En ella confluyeron artistas y amigos que aportaron sus saberes y mañas para Erig lograra inmortalizarla para la posteridad.
 
La idea inicial fue de Eusebio Leal Splenger, entonces Historiador de la Ciudad de La Habana, quien le encargó, al también diseñador, concebir una Cecilia a propósito del bicentenario de Cirilo.
 
Pasaron varios años desde la propuesta hasta que tuvo forma, por una obligada pausa en la carrera profesional del escultor. Y no es casual que se encuentre emplazada allí, justo donde se recreó la novela.
 
Fueron esas calles, ese barrio, y esa iglesia, fundamentales para el desarrollo de los conflictos del mítico personaje. De hecho, tampoco es casual que en esa misma plazoleta adoquinada, en línea una estatua con otra, también se encuentre un busto y una lápida en homenaje al escritor.
 

Foto: Dago Martínez


No pasa inadvertida esa plaza conocida como La Loma del Ángel. Es hermosa y está animada con el trasiego de la gente en sus asuntos, o por quienes van a los cafés de los alrededores; y ahora, desde hace varios años, por la Cecilia que llama la atención de paseantes, o personas que, como yo, la buscan explícitamente después de saber de su existencia.
 
Es única de su tipo en Cuba; y representa a la encantadora muchacha, protagonista de la considerada primera novela cubana.
 
Cecilia Valdés o La Loma del Ángel destaca por cronicar, de manera excepcional, a la Cuba colonial. No por gusto es patrimonio de  literatura cubana, lo merece por ser un retrato social del siglo XIX.
 
Refleja los problemas que aquejaban a la sociedad y que preocupaba tanto a pensadores como a escritores: las diferencias sociales, el racismo que estaba muy marcado con tabúes y divisiones.
 
Catalogada como una obra literaria de gran impacto, su estilo costumbrista es una denuncia de una sociedad viciada. Su realismo revuelve lo que fue esclavitud en Cuba luego de que España trajera desde África fuerza de trabajo forzoso.
 
Su desenlace es más que triste, trágico. Demuestra lo mal que puede salir hacer lo incorrecto e ir contra lo establecido. Nos enseña que en el siglo XIX los errores se pagaban con la muerte y la desolación.
 
Cecilia fue la hija bastarda entre un blanco rico criollo y una negra esclava. Su apellido responde a la Casa Cuna de La Habana, donde fue educada como mestiza y huérfana.
 
Su personaje es estereotipado, de gran belleza, pero rechazada; y de niña pobre que se enamora del adinerado de la historia. Es precisamente ese amor el que trae desgracia, muerte y locura; responsable, quizás, de su expresión perdida en las afuera del santuario.
 
Ese sector de la Habana Vieja; y la Iglesia, neogótica, del Santo Ángel Custodio, fueron escenarios fundamentales para la historia, también sitio de importantes sucesos negativos; por ello parece ser que la Cecilia de Erig mantiene esa postura cabizbaja, como si sufriera la desolación, la angustia de perder a su amado Gamboa.
 
Si te acercas a ella descubres que su creador cuidó los detalles; desde el vestido tradicional decimonónico, el peinado de época con su cabello ondulado entre suelto y recogido, hasta la luna de su hombro. El sitio donde se encuentra es, dicen, donde Cirilo Villaverde describió el asesinato de su amor.
 
Puede que muchas personas en el barrio del Santo Ángel no hayan leído la novela de Cirilo Villaverde; pero reconoce en la fábula popular, ahora corpórea en una estatua, a una Cecilia representante de la habanera de antaño, fiel exponente de las diferencias y el amor. Quizás por eso es venerada.
 
Yaima Cabezas

amss/Tomado de Cubasí

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