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Las huellas sicológicas del incendio en Supertanqueros

Foto: Ricardo López Hevia

 El siniestro deja también innumerables testimonios. Hay muchas personas con historias por contar. Algunas hasta divertidas, incluidas las de no pocos lesionados, pero otras son muy dolorosas y reposarán en la imaginación afectiva de sus seres queridos, para quienes definitivamente no hay ni habrá consuelo.

La tristeza por las víctimas, algunas en la flor de su juventud, cala hondo en el sentimiento del pueblo, que en momentos difíciles se crece y hace suyo el dolor, como le escuchamos decir a un valioso historiador matancero.

Alguien puede pensar que los sicólogos tiene una fuerza extra para disimular el sufrimiento, pero no es tan así. Lo confiesa Laura María Hernández, sicóloga del hospital Faustino Pérez, y quien asegura que esos «corajudos» retaron el peligro con un valor que sobrepasa el término heroicidad.

Admite que para ella y sus compañeros de la especialidad, este suceso ha sido muy impactante.

Es algo difícil, y por muy profesionales que seamos resulta casi imposible no tener algún tipo de afectación emocional, pese a que siempre encontramos métodos audaces para que no se nos note, confiesa.

«Aunque en el contacto directo con la familia logremos algún tipo de contención, es preciso disponer luego de un aparte para dejar ir todas esas emociones que conseguimos dominar en determinada circunstancia. Lo digo también desde mi condición de madre, no puedo sustraerme».

Explica que ante este incidente fue preciso solicitar ayuda a los profesores de la especialidad que trabajan en la Universidad de Ciencias Médicas. «Estábamos sobreaviso pero nunca habíamos recibido al mismo tiempo un número de lesionados tan alto».

En un primer momento fueron 49 personas, con reacciones emocionales muy específicas, donde se manifiesta el estrés y que requieren de un manejo profesional muy específico, pues son pacientes que enfrentaron una situación traumática. Hasta el lobby del centro se convirtió en un área de recepción.

Lo curioso en este caso, comenta Laura, es que todos lamentaron, más que el daño físico, el hecho de estar en el hospital y haber dejado atrás a sus compañeros. Ese fue uno de los principales síntomas sicológicos, relató.

«Ahora encontramos síntomas un poco mayores como la angustia, el insomnio, que acompañan todo el dolor por las mismas quemaduras».

Por la desesperación que es propia en estos episodios, los sicólogos tienen un papel clave. Su presencia ha sido manifiesta no solo en el hospital, sino también en los tres centros de evacuación, algo que agradece la gente, dice.

 

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