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La serena grandeza de Frank País

Frank País es un héroe con visos de leyenda. Varios rasgos de su personalidad mueven a admiración y asombro. Uno de los primeros que saltan a la vista es, por un lado, su extrema juventud, y por el otro, la extraordinaria estatura de dirigente revolucionario que alcanzó. Siendo casi un adolescente, con 22 años, cuando lo asesinan, Frank logra de modo temprano una madurez que parecería requerir muchos años vividos y mucha experiencia acumulada. Existe un contraste muy fuerte entre esa existencia vital tan corta y la inmensa obra que realizó.

Foto: Obra de David Alfaro Siqueiros

Poseía un carácter sereno, reflexivo, tranquilo, que era quizá la antítesis de otras características que, supuestamente, debía tener un dirigente estudiantil de la época, como puede ser un discurso inflamado, incendiario. Se conjugan en él esos dos elementos, un carácter muy maduro para su edad y, al mismo tiempo, también una disposición para la acción y una audacia que a veces era rayana con la temeridad.

Entre los grandes méritos de Frank está el de haber conformado la organización insurreccional más sólida de todo Oriente, que agrupaba lo más selecto de la vanguardia juvenil del este del país, y haberla puesto a las órdenes de Fidel. El suyo fue el único organismo que decidió incorporarse, íntegramente, con todos sus cuadros y estructuras, al Movimiento 26 de Julio.

No se puede reducir a Frank solo al genial organizador del levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956, o a la persona que garantizó la sobrevivencia del núcleo guerrillero de la Sierra Maestra en sus primeros momentos, con el apoyo logístico que le brindó. Si bien estas dos tareas ya le darían en sí mismas un mérito excepcional, Frank cumplió, además, otros roles de singular importancia, especialmente en el primer semestre de 1957. En ese periodo se convirtió en el principal dirigente político-militar del Movimiento 26 de Julio en el llano a nivel de toda Cuba. Se trata del líder clandestino nacional que constituyó el artífice y arquitecto del proceso de fortalecimiento del 26 de Julio, en condiciones en las cuales Fidel, sin canales rápidos de comunicación desde la serranía oriental, se ve imposibilitado de atender directamente asuntos de la dirección del Movimiento.

El Jefe Nacional de Acción y Sabotaje asumió esa función, con amplias facultades para tomar decisiones, incluso sin consultar, y con una fidelidad absoluta a Fidel, a quien mantenía al tanto de todas las cuestiones importantes. Sobre los hombros del joven santiaguero descansó, en lo fundamental, la consolidación de la hegemonía veintiseísta en el campo opositor antibatistiano, sobre todo en sus últimos tres meses de vida, cuando debió asumir prácticamente en solitario –por la caída en prisión de Faustino Pérez, Armando Hart y otros compañeros–, la dirección nacional del Movimiento.

En su condición de dirigente político nacional, además de coordinar planes de acción y sabotaje en todas las provincias, protagonizó la creación de la herramienta formidable que significó el movimiento de resistencia cívica, impulsó la organización del movimiento obrero del 26 en todo el país, orientó la impresión y venta de los primeros bonos para la recaudación financiera y fortaleció las labores de propaganda. Es decir, en todos los frentes Frank se encargó de reestructurar el Movimiento 26 de Julio que había quedado muy golpeado y debilitado después del 30 de noviembre y del desembarco del Granma.

Hay que estudiar más su pensamiento político, muy profundo y de muy largo alcance, uno de los que mejor entiende el papel que debe desempeñar el movimiento obrero y la preparación de la huelga general en toda la insurrección. En una de las últimas cartas que escribe a Fidel, le explica en detalle todo un plan que está desarrollando para desembocar en la formación de un Comité de Huelga General que debe producir el derrocamiento de la dictadura.

Otro aspecto relevante en la ejecutoria de Frank es la habilidad política que despliega en las relaciones con otras organizaciones del universo antibatistiano, en el cual también había peligros para el movimiento revolucionario.

Supo conducir con inteligencia la política unitaria del Movimiento 26 de Julio que, sin ser sectaria, y buscando incorporar la mayor cantidad de fuerzas posibles, se cuidaba de no contraer pactos o alianzas que enajenaran las posibilidades futuras de transformación social.

La postura de Frank hacia otros sectores era la de procurar colocarlos bajo la jefatura del 26 de Julio, y no comprometer el liderazgo que iba alcanzando de forma creciente: «(…) nuestra misión es incorporar  nombres, figuras, organizaciones, etc., a nuestra disciplina y no desdoblar o confiar a manos “extrañas” por amigas que parezcan o nos digan».

En mayo de 1957 Frank País hablaba de la necesidad de darles «oportunidad activa y responsable a todos los inmensos factores que se inclinan ahora hacia nosotros y que no debemos desaprovechar». Buscaba asegurar el cumplimiento de la obra revolucionaria a través del reconocimiento del liderazgo y la autoridad política del Movimiento por parte de los demás sectores opositores y figuras públicas de prestigio, a los que pretendía situar bajo su disciplina. Por ejemplo, el contacto orientado por Frank, a finales de mayo de 1957, con los combatientes de la expedición auténtica del Corinthia, que habían desembarcado por Mayarí, al norte de la provincia de Oriente, tenía la intención de subordinarlos e incorporarlos a la estructura militar del Movimiento 26 de Julio: «Nosotros mandamos gente de Mayarí y Sagua a tratar de hacer contacto con ellos y ver en qué disposición están, si quieren cooperar y subordinarse, entonces lanzaremos nuestro segundo frente por cerca de aquella zona. Tenemos armas para eso, para que ellos se incorporen a nuestra gente y les supliremos de alimentos y ropa».

En ningún caso debía el 26 de Julio, según Frank, concertar pactos que sirvieran políticamente a otros y no implicaran una ayuda efectiva para desarrollar la insurrección: «(…) nunca hemos estado reacios a ningún acuerdo (…) siempre que sea efectivo, que tenga resultados prácticos, ya saben allá lo que necesitamos. Ahora quisiera saber, en realidad, qué es lo que persiguen los auténticos. Lo que sí no podemos hacer es conversar, hablar y hablar perdiendo el tiempo en diplomacias, mientras allá en la Sierra el Dr. Fidel Castro y nuestros bravos compañeros sufren mil penalidades y enfrentan la muerte diariamente».

Si al caer asesinado Frank País, el 30 de julio de 1957, el Movimiento 26 de Julio era la organización insurreccional más poderosa, la única con un frente guerrillero y presencia beligerante en todo el país, y la de mayor militancia e influencia política en el campo opositor antibatistiano, se debió, en una magnitud considerable, a la actividad revolucionaria del joven líder santiaguero.

La cacería desatada por los cuerpos represivos de la dictadura para capturarlo y asesinarlo, y el modo salvaje en que ultimaron su cuerpo en el Callejón del Muro, dan cuenta del temor que le tenían y el peligro que representaba. Pero era tanta su luz, que la crueldad y el ensañamiento no pudieron apagar su ejemplo. Con la formidable huelga general desatada tras conocerse la noticia de su asesinato, y la masiva demostración popular de dolor e indignación que acompañó su sepelio, Frank parecía seguir ganando batallas al régimen aún después de muerto. Su caída representó una irreparable pérdida, no solo para el Movimiento 26 de Julio y la insurrección, que se quedaban sin su líder clandestino más brillante y capaz, sino también para todo el pueblo cubano, que nunca llegó a conocer realmente, al decir de Fidel, cuánto había en Frank «de grande y prometedor».

No puedo hablar de él como no era:

No fue poeta.

Los versos que escribiera, balbuceaban la voz,

iban saliendo,

pero por muchas cosas se quedaron

a mitad de camino.

No fue pintor.

He visto emocionado los dibujos.

Y sin embargo, la mente, el corazón, la mano,

quedaron en el aire como un trazo empezado.

No fue músico.

Porque aquellas sonatas

eran signos borrosos, no cuajados,

que sólo algunos pocos escucharon.

No fue padre.

Se guardó su simiente en la pureza

de los hijos futuros.

Fue un niño a quien recuerdo

diciendo afirmativamente y siempre:

Quiero.

¡El ser que mutilásteis,

asesinos,

era, en resumen, todo lo posible!

César López

lgl/Granma

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