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“A este país lo quieren detener; pero no estamos detenidos ni nos vamos a detener. Nuestra alternativa está clara y nunca será la rendición”, afirmó Díaz-Canel. Foto: Juvenal Balán
(Versiones Taquigráficas - Presidencia de la República)
Querido General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana;
Mi abrazo también para el Presidente Lazo, que estoy
seguro de que pronto estará ya recuperado;
Queridas diputadas, queridos diputados:
Las sesiones de la actual Legislatura que hoy clausuramos
tienen enorme importancia. Aquí hemos aprobado el Código de las Familias, una norma
indispensable para la sociedad cubana, que en septiembre será llevada a referendo
para que se pronuncie por ella el pueblo, el Soberano.
Ese solo hecho hace ya trascendente el momento.
Pero me gustaría extenderme sobre las esencias, apoyado en los argumentos de los
brillantes juristas y especialistas de otras materias, aquí con nosotros hoy, que
integran la comisión redactora de una norma jurídica, ahora dotada de jerarquía
constitucional por el valor del tema para la sociedad cubana.
Cuando el 10 de abril de 2019 aprobamos la Constitución
de la República de Cuba, se consolidaban las bases de nuestro Estado socialista
de derecho y justicia social.
Entre las materias más reflejadas en la regulación
constitucional, destaca el Derecho de familia, por su papel vital en la formación
de generaciones y con ello en la transmisión de valores, costumbres, tradiciones
y patrones cívicos, lo cual ha ido generando un cambio de paradigma.
El Código de las Familias es, sin duda, una de las
normas legales que más trascendencia social y política han tenido en la historia
jurídica del país, porque no solo desarrolla los derechos constitucionales en materia
familiar y otros afines, sino que también responde a los compromisos internacionales
asumidos por Cuba al ratificar tratados de derechos humanos como la Convención sobre
la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, en 1979; la
Convención sobre los Derechos del Niño, en 1989; y la Convención sobre los Derechos
de las Personas con Discapacidad, en 2006, cuyos valores y principios están recogidos
en el Código.
Esta es una ley que ha recorrido un largo camino,
buscando consensos sociales y académicos. Su construcción ha supuesto la coexistencia
de saberes aportados desde distintas ciencias.
Cada boceto empleado en esta monumental obra jurídica, confirma la importancia
de erigir las normas legales del país desde un enfoque científico, multidisciplinario
y holístico, como lo exige hoy el pensamiento científico moderno y marxista.
Para develar el rostro de esta norma, no solo ha
sido necesario el cincel y el martillo que aporta la Academia, expresado a través
de la consulta especializada, desarrollada durante los meses de septiembre y octubre
del pasado año. En ese rostro está la savia
popular de la nación, en tanto se recoge el sentir de miles de cubanas y cubanos
que en ocasión de la consulta popular expresaron su apoyo o, sencillamente, su diverso
parecer acerca de cada una de las instituciones que recoge su articulado.
La sociedad cubana, a través de sus estudiantes,
obreros, campesinos, intelectuales, combatientes, jóvenes, mujeres, adultos mayores,
personas en situación de discapacidad, ha vertido las más disímiles opiniones sobre
una ley que ha concitado su atención, en tanto su punto de mira no es otro que las
familias.
Con esa consulta hemos ganado todos. El pueblo,
porque ha sido partícipe directo de una norma legal que ofrece su manto protector
a toda persona, cualquiera que sea su edad, su sexo, su género, su orientación sexual
o de género, su situación de discapacidad, o su posible situación de vulnerabilidad
en cualquiera de sus manifestaciones. Todo, a través de un Código que hace una apuesta
en tiempo presente para saldar las deudas del pasado y educar a las generaciones
del futuro.
Ganamos como sociedad, porque siendo los principales
destinatarios de las normas jurídicas nos convertimos en sus más fieles artífices.
El resultado de la consulta popular no es solo un
arsenal de conocimientos puesto en función de la redacción del Código de las Familias,
sino de gran utilidad para derivar políticas públicas y además para sustentar las
bases de otras normas jurídicas contenidas en el cronograma legislativo aprobado
por esta propia Asamblea Nacional y pendiente aún de concretar en lo que queda de
esta Legislatura y en la próxima.
Este Código, que en septiembre pasará el escrutinio
social a través de un referendo, algo hasta ahora inédito en Cuba para este tipo
de disposición normativa, ha desarrollado algo extraordinariamente novedoso: el
afecto como valor jurídico. Por eso se le
ha llamado el Código de los afectos, que no es un lema, es una esencia. Esta norma
tiene un indiscutido valor ético, nos enseña a pensar y nos da las riendas para
educar a las futuras generaciones.
La crianza positiva de la que tanto se ha hablado,
no es sino educar desde la cercanía y el acompañamiento a nuestras hijas e hijos. No se trata de excluir el poder de la sangre,
del ADN, sino de compatibilizarlo con otras maneras de construir maternidades y
paternidades en las que en ocasiones no existe ese componente genético, pero sí
sobra corazón y amor.
El afecto es la apuesta continua de este Código
para la constitución de vínculos jurídicos, esencialmente los familiares. En función
de ello, el Derecho ha tenido que amoldar un escenario de rigidez hacia una apertura
a la flexibilidad y la interdisciplinariedad.
Sobre la base de la protección de la dignidad humana,
el Derecho de las familias hoy se sustenta en un nuevo orden constitucional y legislativo,
que vuelca la mirada en las familias como unión de personas vinculadas por un lazo
afectivo, psicológico, sentimental, que se obligan a una comunión de vida, de modo
que se apoyen los unos a los otros.
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“El Código de las Familias responde a los compromisos internacionales asumidos por Cuba al ratificar tratados de derechos humanos como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer”, recalcó el Primer Secretario. Foto: José M. Correa
El Código
también abre las puertas de la protección jurídica de las personas en situación
de discapacidad y regula el derecho a su autodeterminación, a escribir su propia
biografía a partir de su historia vital.
Reconoce el derecho de toda persona a ejercer su capacidad jurídica y a formar
parte, como actor protagónico y no secundario, de su entorno socio-familiar; se trata de una norma que avizora
la necesidad de dar respuesta, desde el Derecho, al envejecimiento poblacional,
muy significativo en la sociedad cubana.
De ahí la necesidad de reconocer el cuidado con afecto como un derecho que
tiene toda persona en el medio familiar.
Las familias son el principal recaudo para recibir
no solo afecto, sino también cuidados y a su vez educar a los más jóvenes en la
cultura, el respeto y la naturaleza recíproca del cuidado.
Como su antecesor de 1975, que en su momento constituyó
un hito en la historia legislativa y social cubana, el presente Código de las Familias
centra también la mirada en los niños, niñas y adolescentes. El principio del interés superior, del que todos
hemos aprendido a través de los distintos medios de comunicación, es la piedra angular
para interpretar y aplicar el Código.
Decía José Martí que los niños son la esperanza
del mundo, para ellos construimos y seguiremos construyendo esta nación. Cada artículo
de este Código está pensando en los niños, en sus derechos, sus deberes, su educación,
su inclusión familiar, el valor de su palabra, su formación cívica. Se enaltece
la visión de los niños como sujetos de derechos.
La sustitución de la patria potestad por la nueva
visión de la responsabilidad parental deja a un lado una mirada patriarcal y estereotipada
que no se aviene hoy con el pluralismo familiar.
Los niños, niñas y adolescentes deben ser acompañados
en su crecimiento moral, espiritual, en el desarrollo de su personalidad por sus
padres y madres en una relación armónica, en la que prevalezca el respeto recíproco,
la lealtad, la honestidad y la complicidad del afecto y del amor, ajenos a cualquier
manifestación de violencia en el espacio doméstico, ante lo cual el Código es intolerante.
Si una norma ofrece alternativas, oportunidades,
opciones, es la que acabamos de aprobar. El Código no ha construido un modelo familiar,
no ha diseñado desde un laboratorio jurídico una institución. No se hizo para diseñar
una familia o para asumir una construcción familiar que no se avenga a las convicciones
éticas o religiosas de una persona. Tampoco
busca la tolerancia, sino el respeto. Esa
es la palabra clave: respeto a los derechos de las personas en razón del libre desarrollo
de la personalidad y el derecho a constituir una familia, consagrados ambos en la
Constitución de 2019.
El Código que aprobamos sienta las bases de un Derecho
familiar más democrático, más solidario, pero también mucho más responsable.
Es cierto que se da autonomía y poder de decisión
a las personas para casarse o no, para escoger su pareja, sea del mismo o diferente
sexo; para determinar el régimen económico del matrimonio; para formar o no una
unión de hecho, delegar o no —ante situaciones excepcionales y en los límites de
la Ley— el ejercicio de la responsabilidad parental a favor de terceros; para determinar
de común acuerdo el orden de los apellidos de hijas e hijos, el número de estos
y el momento en que se desea tenerlos; para prever herramientas de autoprotección
de las personas ante situaciones de discapacidad sobrevinientes. Pero en esa misma medida se establecen las cuotas
de responsabilidad, de manera que se ubican en el equilibrio de la balanza que significa
la justicia, la autonomía y la responsabilidad.
No se trata solo de dar, sino de entregar. Ese es uno de los mensajes que nos transmite el
Código.
No hay precedentes en nuestra geografía hemisférica,
tanto continental como insular, de un código de igual naturaleza que haya tenido
la legitimidad democrática que este posee. Se ha hecho pacientemente y el número
de versiones explica su dilatado trayecto, pero ha valido la pena.
Hoy nuestra sociedad socialista se fortalece, contamos
con una norma jurídica de vanguardia que será referente para futuras reformas en
este ámbito dentro y fuera de las fronteras de nuestro continente, y que a la vez
sirve de ejemplo para las futuras normas legales que dan continuidad al proceso
legislativo cubano.
No hay mejor ocasión que esta para expresar y rendir
un merecido homenaje, tal y como se alude en la parte expositiva del Código —con
la fuerza de la justeza y la virtud— al pensamiento de nuestra querida y eterna
Presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, Vilma Espín, incansable luchadora
por los derechos de la mujer, la inclusión social y la protección de niñas, niños
y adolescentes, en su empeño denodado por lograr justicia social y mejoramiento
humano (Aplausos).
Sirva este Código, además, como un gran libro de
cabecera que deberían tener a mano nuestros educadores, esencialmente los maestros
primarios que acompañan a la niñez cubana en los primeros pasos de su formación
humanística, y como texto de referencia para la formación cívica de mujeres y hombres
del mañana, quienes darán continuidad a esta gran obra que es la Revolución.
Cada familia es un camino particular, único, irrepetible,
como irrepetible es cada persona. Las familias son expresión del más delicado tejido
social. De ellas venimos, en ellas nos formamos, allí recibimos los más altos valores
y principios con los cuales nos educamos. Las familias son como la Patria, nos dotan
de identidad, de civismo, de solidaridad, de respeto, de altruismo.
La apuesta por la aprobación del Código de las Familias
en el referendo lo es también por la democracia, por la virtud de ser cubanos, por
la felicidad de cada niña, niño o adolescente, por la autonomía y el poder de decisión
de cada adulto mayor, por la inclusión de cada persona con discapacidad, por la
condena al maltrato familiar, por el respeto a las diversidades familiares.
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“Como nos enseñaron Fidel, Raúl y la historia desde 1868 hasta nuestros días, nuestro deber es hacer que la Revolución avance y evitar que la Revolución se equivoque”, aseveró el Presidente cubano. Foto: Estudios Revolución
¡Es un código de amor, un código de paz! (Aplausos).
Por todas estas razones, que en el camino de su
elaboración nos enseñaron a mirarnos y conocernos mejor a nosotros mismos, como
individuos y como sociedad, me siento conmovido y orgulloso al convocar a nuestro
pueblo a decir ¡Sí por el Código de las Familias! (Aplausos).
Diputadas y diputados:
Las relaciones internacionales transitan por un
escenario peligroso. El costo lo sufren ya millones de personas. La ofensiva estadounidense
dirigida a subyugar Estados y agrupaciones de Estados por vía de la expansión de
la OTAN conduce inevitablemente a un clima de tensión y conflicto cuyas consecuencias
son impredecibles.
Es que el mundo ha cambiado. No estamos a inicios
de la década del 90, cuando los Estados Unidos creyeron disfrutar de una hegemonía
unipolar incuestionada, con la capacidad de imponer su voluntad a cualquier Estado.
Tampoco proporciona éxitos políticos la práctica
criminal de someter a penurias económicas por vía de medidas coercitivas a las poblaciones
enteras de Estados soberanos, con el fin de arrancarles concesiones.
Por eso tantos en el mundo admiran a la Revolución
Cubana, la indomable resistencia de nuestro pueblo frente a la agresión del imperialismo
estadounidense y la obra de justicia y humanismo que defendemos. Otros, sencillamente
rechazan el abuso y la política inmoral de los Estados Unidos contra Cuba, aun cuando
ideológicamente puedan no identificarse con la Revolución.
Cualquiera advierte que el Gobierno estadounidense
actúa con deshonestidad cuando alega que el bloqueo económico y la guerra despiadada
contra Cuba se deben a sus “preocupaciones por el bienestar del pueblo cubano”,
a desvelos por el respeto a los derechos humanos, o a un afán por fomentar la democracia. ¡Mienten!
La nefasta trayectoria histórica de los Estados Unidos en materia de derechos
humanos y democracia se conoce. Como se conocen los abusos que ocurren a diario
en ese país.
Los pueblos tienen cada vez más clara conciencia
sobre la complicidad y la responsabilidad directa del Gobierno de los Estados Unidos
en los crímenes más atroces que se han cometido en este hemisferio por parte de
fuerzas represivas entrenadas y educadas en escuelas militares estadounidenses y
subordinadas a los servicios especiales, e incluso, a las embajadas de ese país
en varias naciones de Latinoamérica. Existen
registros históricos que lo demuestran.
Ese historial deja más que claro que lo que persiguen
es destruir el proceso revolucionario cubano y lo que significa, plantando la advertencia
de que todo aquel que se atreva a emprender una vía alternativa a su manual de instrucciones
para el mundo, corre, como Cuba, el riesgo de sufrir la perenne hostilidad por parte
de los Estados Unidos de América.
Eso explica la agresividad contra Cuba, Venezuela
y Nicaragua, el golpe de Estado contra Bolivia en 2019 y otros golpes sufridos en
América Latina y el Caribe. Es el motivo
de las presiones y amenazas ejercidas sobre muchos gobiernos, no solo de Latinoamérica
y el Caribe, sino también en otras partes, para evitar que cumplan con los justos
reclamos y expectativas de sus pueblos. Es
la razón de las exclusiones en la fracasada Cumbre hemisférica, celebrada en Los
Ángeles, California, el pasado mes de junio.
En aquel escenario, la conducta selectiva y excluyente
de los Estados Unidos se convirtió en un bumerán. Lejos de aislar a Cuba y otros países, la Cumbre
terminó mostrando el aislamiento de la política estadounidense hacia el hemisferio.
La pauta de los debates la marcaron los pronunciamientos de rechazo a las exclusiones,
el reclamo de que se ponga fin al bloqueo económico contra Cuba y los cuestionamientos
a la OEA, en particular a su actual Secretario General.
Sesionó también en Los Ángeles una Cumbre de los
Pueblos, ¡una verdadera cumbre!, evento paralelo de representación popular, con
la participación de muchas fuerzas progresistas, así como de grupos sociales, comunitarios
y gremiales. Fueron allí a reclamar sus derechos,
a defender la paz, a demandar que se ponga fin a las injusticias de un orden económico
y político injusto que privilegia a las élites corporativas y al gran capital transnacional
a costa de las mayorías y de la explotación sin límites del medio ambiente.
Volviendo a la agresividad contra nuestro país,
el Departamento de Estado de los Estados Unidos no tiene manera ni fundamentos para
argumentar la designación de Cuba como Estado que patrocina el terrorismo. No hay
político o funcionario del Gobierno estadounidense que pueda sostener honestamente
esa acusación. Nadie ha podido presentar una evidencia creíble que ampare tal calumnia.
Las consecuencias de tal designación son marcadamente
nocivas para una pequeña nación como la nuestra. Perjudica enormemente las transacciones financieras
y comerciales internacionales. Entorpece el acceso a instituciones financieras y
las posibilidades de pagos y créditos. Impone
un estigma sobre nuestras entidades e instituciones, a las que les resulta en extremo
difícil interactuar, incluso, con entidades extranjeras con las que durante años
han sostenido relaciones productivas.
Lo inaceptable es que el Gobierno estadounidense
se arroga, unilateralmente y sin mandato de nadie, la prerrogativa de juzgar a otros
gobiernos, sin sentirse en la obligación de fundamentar sus acusaciones. Utiliza
esta lista el Departamento de Estado y otras similares como instrumentos de coerción
política. Manipula con oportunismo temas sensibles como el terrorismo, la religión,
los derechos humanos, la corrupción y muchos otros para arrancar concesiones a países
soberanos o castigarlos cuando van en contra de sus intereses.
Desde 2019 las medidas de reforzamiento y máxima
presión aplicadas por el gobierno de Donald Trump ya habían llevado la guerra económica
a una dimensión cualitativamente más agresiva, con el consecuente impacto sobre
la vida de todos los cubanos y contra los esfuerzos por impulsar el desarrollo de
la nación. Esa agresividad se refuerza además
con los programas de subversión, que no cesan en el intento de desestabilizar políticamente
al país.
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“¡Trabajar, movilizar, estimular y exigir que el talento y el esfuerzo de todos se transformen en resultados!”, convocó Díaz-Canel. Foto: José M. Correa
Apoyados en una infraestructura tecnológica sofisticada
y dedicada a las campañas de desinformación, calumnias, descrédito y el sicariato
informativo, aplican contra Cuba las fórmulas de la Guerra No Convencional ya ensayadas
y aplicadas, con graves costos humanos y materiales, en otras partes del mundo.
Sucumben ante la influencia política de la mafia
anticubana asentada fundamentalmente en el sur de la Florida y que se ha instalado
en la primera línea de agresión contra Cuba y contra los procesos revolucionarios
y progresistas de la región, promoviendo para ello la intolerancia, la amenaza,
la extorsión, el chantaje y cualquier otra forma violenta de prohibir el pensamiento
diferente, de castigar a quien en su propia comunidad exprese respeto, amistad,
sentimientos fraternales o incluso solidaridad con su país de origen.
De forma engañosa tratan de identificar a ese conjunto
gansteril con el universo de las personas de origen cubano que residen en los Estados
Unidos, una parte importante del cual se acerca a Cuba, está en contacto con sus
familiares y amigos, respeta al país y se opone al incesante castigo de una superpotencia
extranjera contra una nación pequeña. Muchos
de ellos divulgan su vocación solidaria; otros lo hacen de forma más discreta.
El Gobierno de los Estados Unidos intentó nuevamente
forzar una sublevación popular en Cuba durante este mes de julio, y fracasó. Como
lo intentó y fracasó en 2021. Lo hizo abiertamente y desplegó una amplia campaña
de propaganda, anclada en poderosas plataformas digitales, con la activa participación
de altos funcionarios. Confió, para lograrlo,
en su política de máxima presión económica, dirigida a deprimir el nivel de vida
de nuestra población, generarnos problemas en el aseguramiento de servicios esenciales
como el eléctrico y golpear el nivel de consumo y el acceso a artículos básicos,
entre otros. Y no hablo en pasado, esa perversa
política está viva y actuante hoy.
Debemos acostumbrarnos a la idea de que el bloqueo
va a durar. El imperialismo no va a abandonar
con facilidad esa arma despiadada contra Cuba.
La solución a los problemas económicos tendremos que encontrarla con nuestro
esfuerzo y creatividad, bajo los efectos del bloqueo y a pesar de ellos. Ese es
el reto inmediato y de largo plazo. El deber
es denunciar y combatir la guerra económica en todos los rincones y en cada oportunidad
que se presente.
No descartamos la posibilidad eventual de un mejor
entendimiento con el Gobierno de los Estados Unidos hacia una relación de respeto,
y se sabe que Cuba está dispuesta a avanzar en esa dirección y a dialogar sobre
cualquier tema, sin menoscabo de nuestra soberanía.
Seguiremos promoviendo y facilitando los lazos más
amplios posibles con los numerosos sectores de ese país que tienen la disposición
de acercarse a Cuba. Incluimos entre ellos
a los estadounidenses o residentes en los Estados Unidos que son de origen cubano. Estamos convencidos de que hay beneficios mutuos
en el intercambio entre las dos naciones, a pesar de las grandes diferencias.
La trayectoria de Cuba en el desarrollo de sus relaciones
exteriores demuestra que el fomento de la paz, la cooperación y la solidaridad son
características definitorias de nuestra proyección internacional. Lo hemos demostrado en nuestra región latinoamericana
y caribeña y también en otras latitudes.
No tenemos el poder de cambiar la lógica imperial;
pero no renunciamos, desde nuestra lógica antimperialista y socialista, a la construcción
socialista, porque es el único camino hacia la mayor justicia social posible.
Lo más fácil sería entregarnos y dejar que se destruyan
todos los sueños por los que tantas generaciones han luchado y resistido. Lo más sencillo sería vender el país, como lo
hicieron tantos gobiernos neoliberales de esta propia región.
Nuestra lógica socialista es humanista, contraria
a las exclusiones. Nos inspira el ideal de
una sociedad mejor, donde haya crecimiento económico sí, pero con distribución equitativa
de la riqueza. Luchamos por un desarrollo
con igualdad social.
Compañeras y compañeros:
En estas sesiones se han informado cambios importantes
para destrabar e impulsar resortes que movilicen, hasta donde nos sea posible, las
fuerzas productivas. Aún falta mucho por
hacer, pero no sobra insistir en lo que todos saben y algunos pretenden subestimar:
nuestra economía transita por un escenario sumamente complejo, en el que resulta
en extremo difícil lograr los ingresos en divisas que precisa el país.
En medio de un brutal recrudecimiento del bloqueo,
nos impacta, como al resto de las naciones, la crisis económica internacional derivada
de los efectos de dos años de pandemia y del conflicto bélico europeo, factores
todos que han desencadenado el encarecimiento de los precios de los combustibles,
de los alimentos, de los medicamentos y de otros insumos imprescindibles que deben
ser importados.
Como se ha informado, el Producto Interno Bruto
a precios constantes en el año 2021 alcanzó un ligero crecimiento del 1,3 %, deteniéndose
la caída experimentada en los años 2019 y 2020; no obstante, los niveles de actividad
son aún inferiores a los que habíamos alcanzado en los años previos a la pandemia.
No se aprecia hasta el momento una recuperación
significativa en nuestras principales producciones, ni en el turismo. Con los bajos niveles de divisas de los que hemos
podido disponer se realiza un permanente esfuerzo para asegurar un nivel de productos
y servicios básicos a la población y atender de manera priorizada a las personas
y comunidades en situación de vulnerabilidad.
En esas condiciones, ha proliferado un mercado no
oficial de compraventa de divisas y la inflación sigue afectando la capacidad de
compra de los ingresos provenientes del trabajo.
Nadie va a venir a resolver nuestros problemas. El control que hemos alcanzado de la Covid-19
es un paso fundamental para la recuperación de la economía y nos permite avanzar
en la implementación de un conjunto de medidas, que se han elaborado tomando en
cuenta los estados de opinión de la población y los criterios de científicos y expertos
en estos temas.
En el último año, hemos recorrido todo el país para
tocar de cerca los problemas y hemos sostenido encuentros con los más diversos sectores,
durante los cuales, más que hablar, escuchamos.
A eso se suma la revisión de cientos de opiniones y propuestas de nuestra
población.
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Foto: José M. Correa
Estamos muy conscientes de que la economía es el principal reto que enfrentamos y lo tenemos que hacer con medidas audaces, ajustadas a nuestro modelo económico y social, sin dejarnos paralizar por los riesgos. Urge enfrentarlos, revolucionando la Revolución.
Las medidas anunciadas aquí por el Viceprimer Ministro
y Ministro de Economía, que forman parte de esos avances y esos riesgos, están orientadas
a dinamizar el mercado interno, a partir de la captación de divisas, el incremento
de los ingresos por exportaciones y la reactivación de la producción nacional.
Con ese fin se ha decidido restituir el mercado
cambiario a través de la compra-venta de divisas, incluyendo el dólar, con un tipo
de cambio económicamente fundamentado; ampliar el esquema secundario de asignación
de divisas para los actores económicos estatales y no estatales; aprobar la participación
de micro, pequeñas y medianas empresas privadas en negocios mixtos con entidades
estatales e inversión extranjera, y flexibilizar las importaciones con carácter
no comercial.
Todo ello debe permitirnos incrementar gradualmente
los aprovisionamientos de bienes y servicios para los actores económicos y para
el mercado interno en moneda nacional; ordenar el mercado cambiario; disponer de
recursos financieros, hoy insuficientes, para la atención a personas y familias
en situación de vulnerabilidad; sostener y ampliar los programas sociales, y honrar
deudas y pagos retenidos.
Aprovecho para reiterar la voluntad de cumplir nuestros
compromisos con los acreedores. Agradecemos sinceramente a quienes nos han acompañado
en nuestra resistencia.
Está claro que no podremos avanzar solo con la aplicación
de medidas en el ámbito monetario y financiero.
Para que estas medidas tengan un impacto favorable en la economía es decisivo
incrementar las producciones nacionales y los ingresos en divisas por exportaciones;
reducir el déficit presupuestario, mejorar su estructura y alcanzar una mayor eficiencia
y control del gasto público, el establecimiento de los sistemas de precios adecuados,
el control efectivo, con participación popular, de las fichas de costo, lo cual
tiene que ser abordado desde la gestión de los gobiernos municipales.
En todo esto avanzaremos, no estamos con los brazos
cruzados. Se dispone de un programa para
ir evaluando e implementando las medidas que nos permitirán avanzar, preservando
el mayor grado de equidad y de justicia social posible.
¡Trabajar, movilizar, estimular y exigir que el
talento y el esfuerzo de todos se transformen en resultados! ¡Insistir en la interminable tarea de arrancarles
un pedazo a los problemas, cada día, es el compromiso! Lo vemos y lo sentimos constantemente: en la épica
pelea de los trabajadores de las plantas eléctricas y en el heroísmo de nuestros
médicos y nuestros científicos contra la COVID-19 y el dengue.
A propósito de la contingencia energética que ha
elevado a primeros planos el esfuerzo de los trabajadores del sector, es mi deber
aclarar que todavía quedan días difíciles por delante. Lo que no puede faltar, junto con el reconocimiento
al esfuerzo, es la información oportuna y útil a la población. La verdad, la explicación sincera y la planificación
que solo se puede garantizar con previsión, son aspectos decisivos, como lo será
siempre el ahorro solidario y responsable por parte de nuestra población.
Les puedo garantizar que se está trabajando sin
descanso por remontar cada dificultad, sea fruto del bloqueo o de nuestras propias
limitaciones y deficiencias.
Hoy batallamos simultáneamente por mantener control
sobre la COVID-19 y enfrentar otra epidemia
de dengue; por recuperar la vida económica y social del país; romper el cerco económico
y financiero que impide suministros de combustible, insumos productivos, abastecimientos,
financiamientos en divisas; estabilizar el sistema electroenergético nacional; elevar
la producción de alimentos; recuperar la zafra; restaurar las viviendas e instituciones
afectadas por la explosión del Saratoga en La Habana y por las intensas lluvias en varias provincias; apoyar la transformación
de los barrios con especial énfasis en las familias en situación de vulnerabilidad,
y garantizar un verano con opciones recreativas al alcance de la mayoría de la población
en todo el país.
Por supuesto que esa lista de tareas que en lo inmediato
define las prioridades no es lo único que ocupa al Partido y al Gobierno. El país trabaja con sistematicidad en programas
a corto, mediano y largo plazo sobre asuntos centrales para el futuro, como la transformación
digital de la sociedad, la soberanía alimentaria, el adelanto de la mujer, contra
la discriminación racial, las políticas para la juventud, los mecanismos de democracia
y participación popular, el medio ambiente, el bienestar animal, la comunicación
social, la descolonización cultural y otros, incluyendo el enfrentamiento a la agresión
permanente del Gobierno de los Estados Unidos.
Lo que quiero significar es que este país no está
detenido. A este país lo quieren detener;
pero no estamos detenidos ni nos vamos a detener (Aplausos). Nuestra alternativa está clara y nunca será la
rendición. ¡Ni nos rendimos, ni nos dejaremos
vencer! (Aplausos).
Estas afirmaciones las confirman las sesiones de
esta Asamblea que hoy clausuramos, no solo
por lo que discutimos y aprobamos esta vez, sino por la mayor conexión que sentimos
con los problemas en los municipios, en los barrios, en las comunidades, que tienen
un protagonismo, todavía insuficiente pero ya visible, en lo que se dice y en lo
que se hace.
El barrio es la Patria en su dimensión más pequeña. Es el núcleo duro de nuestra resistencia. Ahí se ha librado la pelea cotidiana contra el
bloqueo, a golpe de apoyo y solidaridad entre vecinos. Pero ahí también se han acumulado los problemas
derivados de ese cerco brutal de 63 años y de nuestras debilidades en la administración
para sortear el cerco.
Lo que discuten las comisiones y lo que finalmente
se aprueba será más efectivo mientras más se sistematice ese vínculo barrio-municipio-Asamblea. Y la Asamblea se parecerá cada vez más a la sociedad
cubana en la medida en que conecte más profundamente con sus bases. Esta es la tribuna del pueblo consciente de su
poder, que exige cambiar todo lo que deba ser cambiado. ¡Y lo haremos! Somos un archipiélago rodeado de agua, pero eso
no significa que podemos vivir libres de los duros impactos del mundo, profundamente
desigual e injusto.
La apelación a la ciencia y la innovación como instrumentos
de la dirección colectiva nos aporta claves valiosas, pero no basta con hacer uso
de ellas, hay que ajustarlas a las reales condiciones en las que tiene que desenvolverse
nuestra voluntad de avanzar.
Compañeras y compañeros:
En pocos días estaremos celebrando el aniversario
69 del asalto a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes,
de Bayamo. La fecha, siempre inspiradora,
será otra oportunidad para reflexionar y asomarnos, desde el presente y desde la
historia, al horizonte que nos debemos como premio por tanto esfuerzo y heroísmo,
por tanta nobleza y creatividad.
En un reciente recorrido por Mayabeque hablé de
este pueblo tremendo, de este pueblo lindo, que cuando quiere, quiere de verdad,
que se distingue por sus sentimientos y su estoicismo y que no volverá nunca más
a ser esclavo, y por eso defiende la Revolución con todas sus energías. Precisé entonces que, como servidores de ese pueblo
y como nos enseñaron Fidel, Raúl y la historia desde 1868 hasta nuestros días, nuestro
deber es hacer que la Revolución avance y evitar que la Revolución se equivoque.
Esa es nuestra pelea, en la que esperamos que todos
ustedes nos acompañen.
¡Por Cuba, por su historia y su presente, seguimos,
inspirados y decididos a pelear!
¡Hasta la Victoria, Siempre!
¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(Ovación).
Miguel Díaz-Canel Bermúdez
amss/Tomado de Granma
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