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Haydée, en el recuerdo de su patria y de la América nuestra

Dicen que Haydée Santamaría comenzó a morir tras el último disparo que se escucho el 26 de julio de 1953. 

Foto de archivo/Tomada del sitio digital radiobayamo

Texto Rosa Perez Lopez

El día cuando unas bestias con uniforme militar le arrancaron los ojos y la vida a su hermano Abel y la dejaron para siempre sin el amor de Boris Luis Santa Coloma.

Celia, Fidel y Haydée/Foto de archivo/Tomada del sitio digital radiobayamo

Pero le quedaban aun suficientes fuerzas para afrontar los rigores de la prisión junto a Melba Hernandez y tras ser ambas liberadas acometer las clandestinas misiones asignadas a ella por el M-26-7... hasta que el exilio fue la única opción para preservarla en aras de futuras tareas.

Como las diversas que asumiera al regresar a Cuba en los albores del triunfo revolucionario,  especialmente la de fundar y presidir la Casa de Las Américas.

Una institución donde Haydée se erigiera como una rediviva Alma Mater, que abrió sus brazos y su pecho a lo mejor y más avanzado del arte y la intelectualidad continental, y a esos emergentes cantores cubanos que hicieran de la canción un arma de combate ante la incomprensión, la suspicacia y hasta la desconfianza de algunos obtusos funcionarios de entonces... a quienes ya nadie recuerda.

A esos jóvenes trovadores Haydée respaldo y  acogió en Casa de Las Américas para que desde allí proclamaran que amaban a una imaginaria Maria del Carmen, sepultaran sus tristezas en la nada y anunciaran que la era estaba pariendo un corazón.

Gabriel García Márquez y Haydee Santamaría en la Casa de las Américas | FOTO Archivo Casa de las Américas/Tomada del sitio digital radiobayamo

Todo cuanto hizo Haydée al frente de la Casa fue emancipar y enaltecer cada vez más la cultura nuestro americana incluso al fomentar un prestigioso premio literario que se entrega anualmente, para que los artistas e intelectuales del Río Bravo a la Patagonia y de las tierras del Caribe por siempre anduvieran unidos en cuadro apretado como la plata en las raíces de los Andes... al magistral decir del Apóstol Jose Martí.

Y quien sabe cuánto más habría hecho esa excepcional mujer, si el 28 de julio de 1980 no se hubiera incrustado una rosa de fuego en el pecho, que no la hizo morir definitivamente como comenzara a hacerlo tras los últimos disparos que se escucharon en una gloriosa gesta, sino la mantendrá eternamente viva en la gratitud y en el recuerdo de su patria y de la América nuestra.

YVL

 

 

 

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