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Aquel último día de un septiembre

 “Desgraciado el pueblo donde los jóvenes son humildes con el tirano;  donde los estudiantes no hacen temblar al mundo.” 

Así se expresaba el futuro abogado que el último día de un septiembre inscribió su nombre en el martirologio y en la historia de nuestra patria.


 Texto Rosa Pérez López

O posiblemente el definitivo paso de Rafael Trejo hacia la historia estuviera marcado desde mucho antes, cuando siendo un niño rescató una bandera cubana ultrajada por un inconsciente. O estuvo predestinado desde el mismo instante de nacer en un país sometido a los dictados neocoloniales de un cercano y poderoso imperio.

Difícil es precisar cuándo se le empezó a enardecer a Felo el pecho y a inflamársele en la sangre el sufrimiento de su patria.

A él, por quien no padecería deshonra su pueblo; a él, que no se humillaría jamás ante ningún tirano. Por eso eligió como carrera la más acorde con su vocación y temperamento: Derecho Civil y Derecho Público. Y se abrió ante el joven estudiante una nueva etapa en su vida y la posibilidad de enfrentarse a la injusticia.

Es ya Felo Trejo uno de los expulsados provisionalmente de la Universidad de La Habana por arrancar de la legendaria escalinata una propaganda a favor de la tiranía.

Es Trejo también uno de los primeros estudiantes universitarios sensibilizados con la huelga general organizada en marzo de 1929 por el Partido Comunista y dirigida por Rubén Martínez Villena. Es ya Rafael Trejo quien pone todas sus energías en el afán de aglutinar y movilizar al estudiantado en la lucha por las vindicaciones sociales que necesitaba Cuba.

Su nombre despuntando en la Asociación de Estudiantes de Derecho. Su nombre vinculado al repudio de la farsa demagógica con que el gobierno pretendía evocar, el 27 de noviembre de 1929, la memoria de los ocho estudiantes de Medicina injustamente fusilados por el colonialismo español.

Su nombre involucrado en la desaparición de una tarja colocada en la Escuela de Derecho, donde indignamente aparecía el del dictador Gerardo Machado.

Aquel último día de septiembre de 1930 iba Rafael Trejo entre los primeros en la manifestación que desde la Colina Universitaria marchaba hacia el Palacio Presidencial para demostrarle al tirano cuánta dignidad y patriotismo se agitaba en la masa estudiantil.

Y fue de los primeros en entablar un enfrentamiento cuerpo a cuerpo a la altura de la calle Infanta, cuando la juvenil marejada tropezó con los sicarios uniformados. Y fue su sangre también de las primeras en derramarse aquella vez.

Luego fueron los pasillos del hospital; después el encuentro con Pablo de la Torriente Brau, el amigo entrañable... herido también.

Y más tarde en el habitualmente serio semblante de Trejo, una sonrisa. La última sonrisa de sus veinte años, que entraban al martirologio y a la historia  aquel último día de un septiembre.

YVL

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