Su sueño era ser actriz. Siempre lo supo. Disfrutaba cantar y sentarse en su cama a jugar, rodeada de muñecos, para ella, protagonistas de historias fantásticas. Tal vez, ese momento, se convirtió, sin saberlo, en el primer acercamiento de Leidis Díaz al teatro.

«Mientras cursaba la primaria, recuerdo una fiesta de disfraces en la escuela. Yo no tenía disfraz, y mi abuela, que es costurera, me hizo uno de rumbera. Cuando llegué al aula, todos mis amigos comenzaron a gritar al verme con aquella cola de bailarina de Tropicana. Los payasos me subieron con ellos al escenario y yo no sentía pena».

-¿Tus padres te apoyaron en tu decisión de ser actriz?

Sí, sobre todo mi mamá, que es quien está a mi lado siempre, porque mis padres están separados. No es que mi papá no me apoyara, sino que él estaba en otra parte. Mi mamá era quien estaba conmigo directamente. Yo le dije: «Quiero ser actriz». La primera vez que me presenté en la ENA suspendí, y comencé a estudiar en un pre becado en el campo. Le dije a mi mamá: «Voy a volver a presentarme». Ella me dijo: «Vas a perder un año de la escuela», y yo le respondí: «No me interesa, yo quiero ser actriz». En ningún momento me dijo que no, al contrario. Me acompañó otra vez a las pruebas, y aprobé.

Tengo una anécdota bien simpática. Yo en mi casa hacía cosas raras. Mucha gente le decía a mi mamá que debía llevarme al psicólogo, porque me gustaba estar en la oscuridad, pintarme la cara… Cuando mi mamá entró por primera vez a la ENA, el día que fuimos a inscribirme, y vio el entorno de los actores, me dijo: «Ah, ya, es que tú eres de aquí».

-¿Cómo fue tu primera experiencia en un escenario?

Nervios. Muchos nervios. No fue una mala experiencia. Todo salió bien, pero recuerdo que no podía caminar ni levantarme de la silla mientras esperaba mi turno para entrar en escena. Esa primera vez fue el horror. Luego se convirtió en la felicidad.

Mi primera vez en el teatro fue interpretando a un personaje que me gustaba muchísimo, en la obra Alto Riesgo, de Eugenio Hernández Espinosa. Era un personaje muy difícil porque incluso tenía que hacer un semidesnudo. Yo pensaba que no me iba a salir, pero cuando llevaba diez minutos en el escenario todo salió. No recuerdo cómo a causa los nervios.

-Hablemos de teatro. Sobre las tablas el público ha podido disfrutar de tus interpretaciones bajo la dirección de Tony Díaz, y actualmente formas parte de la agrupación Teatro Buendía. ¿Qué ha significado para ti integrar estos elencos?

El teatro es mi terapia personal, es el sitio donde puedo ser completamente yo. Cada medio tiene un ritmo distinto, pero el teatro es sentir puro. El teatro es mi pasión. Trabajar con Tony Díaz en Mefisto Teatro representó para mí un sueño hecho realidad porque siempre me ha gustado el teatro musical. Me encanta actuar y cantar a la vez. Bajo la dirección de Tony Díaz, presenté obras espectaculares y a él le debo mi primer premio en el mundo de las tablas, que fue el Premio Caricato 2012 de Actuación Femenina por Remolino en las Aguas, un monólogo musical sobre la vida de La Lupe.

Empecé con la agrupación Teatro Caribeño de Cuba, bajo la tutela de Eugenio Hernández Espinosa. Con él aprendí muchísimo. Además, trabajar con el dramaturgo de una obra es espectacular porque la creación del personaje funciona mejor.

El trabajo junto a Tony Díaz significó la realización, y entrar en Teatro Buendía fue otro sueño. Al terminar mis estudios en la ENA, quise hacer el servicio social en la compañía, pero no resultó porque estaba trabajando en la televisión y, en esa época, los actores de Buendía no podían trabajar en otros medios fuera del teatro. Yo quería hacer televisión. Por eso, no pude entrar en aquel momento.

-Resulta relevante tu actuación en obras teatrales como La señorita Julia y Remolino en las Aguas. ¿Cómo has vivido las experiencias de esas presentaciones?

Siempre le tuve mucho miedo a los monólogos porque uno está completamente solo en escena. La primera temporada de Remolino en las Aguas fue una tortura. No podía disfrutarla como realmente debía. Durante toda la semana, permanecía de reposo de voz, para poder cantar los temas musicales de la obra. Tenía mucho bloqueo mental. La segunda temporada fue la mejor para mí. Me olvidé de todos esos miedos y pude disfrutar el proceso.

Esta obra ha crecido durante los años porque la he presentado en momentos diferentes de mi vida, donde yo también he cambiado y he madurado como actriz. Marcó mi vida en muchos sentidos. Me llevó a ser cantante profesional, a lanzarme a cantar con mi banda, a dejar el miedo y probar otros caminos. Todo eso forma parte de la puesta en escena y se lo agradezco siempre al personaje de La Lupe, que forma parte de mi vida también.

En el caso de La señorita Julia, es otro sueño realizado, con Cristina, un personaje espectacular que quiero mucho. Esta versión de Sandra Lorenzo, su directora, le permitía al personaje contar con una mayor relevancia. Tuve que prepararme en quince días para interpretarlo. Me acompañó un elenco maravilloso que me apoyó mucho. Fue una experiencia positiva y agradezco a mi compañía por eso.

-¿Qué te atrae del teatro que no encuentras en la televisión?

El proceso del teatro, que es diferente al de la televisión. Es largo, pero te brinda la oportunidad de disfrutarlo más. La creación es menos atropellada. Tienes más tiempo para experimentar. En la televisión ensayamos y leemos el guion, pero la práctica no es como en el teatro. Además, el teatro tiene la inmediatez de presentar en escena el mismo personaje todos los días, pero de maneras diferentes, porque el público no es el mismo, y uno no se siente del mismo modo. Es una creación constante.

-¿Tienes algún ritual o costumbre antes de salir al escenario o comenzar a grabar?

Sí. Me gusta mucho crearles a mis personajes una banda sonora. Cuando estoy en el proceso de creación, busco la música que va con el personaje y la escucho mientras me estoy maquillando, cuando voy en camino al teatro o al set de grabación. En esos minutos previos a actuar, reproduzco la lista de canciones relacionadas con el personaje y voy entrando en la atmósfera de lo que sucederá.

-En la pantalla chica, has sido Marielena en Los tres Villalobos, Nereida en Cuando el amor no alcanza, y Susana en Tan lejos y tan cerca. ¿A cuál de estos personajes se parece más Leidis Díaz?

Yo diría que a todos un poquito. Realmente todos tienen de mí, pero tal vez me parezco más a Nereida. ¿Por qué? Por ser una mujer independiente, por no tener miedo a salir adelante, a luchar por su proyecto, por tener claro qué es lo que quiere y a dónde va. La parte de no querer tener hijos no tiene que ver conmigo.

-Alguna anécdota de las grabaciones de esas telenovelas.

Hay muchas. En Cuando el amor no alcanza, éramos un equipo muy unido. Casi siempre, al terminar las grabaciones, salíamos juntos a sentarnos en el Malecón, a hablar sobre el día, a experimentar cosas. A veces nos sorprendía la hora de la próxima grabación. Eso permitió que en escena se notara química entre los personajes. Todos los actores, Alberto Yoel García, Mayelín Barquinero, teníamos la dinámica de compartir y eso permitió que se reflejara en la pantalla.

-El pasado año, en 2022, disfrutamos de tu actuación en la telenovela cubana Tan lejos y tan cerca. ¿Cómo fue el proceso de realización, durante la pandemia de COVID-19?

Fue complicado. En el caso de Susana y Orlandito, trabajábamos directamente con Doris Gutiérrez y Pedrito Fernández, y teníamos más preocupación y cuidados con ellos, pero fue muy divertido.

Al principio teníamos mucho temor porque el tema que íbamos a abordar nunca antes se había tocado abiertamente en la televisión. Y decíamos: «¿Cómo va a reaccionar el público?». Además, íbamos a contar con una dinámica de redes sociales, pero las personas lo asumieron de la mejor manera. En el caso de los escritores, las escenas estaban bien hechas, de manera que el tono jocoso posibilitó que no sonara tan escandaloso. Estamos muy contentos con el resultado, que no fue para nada el que esperábamos que pudiera ser.

-¿Cuál fue la escena más complicada?

Realmente fueron dos: la escena del amarre y la del árbol. Del amarre no voy a hablar, mejor hablemos del árbol.

En esa escena, fueron más de cuarenta minutos encima del árbol. Delvys Fernández, que interpretaba a mi esposo Orlandito, estaba medio sentado, ni siquiera estaba sentado. Yo estaba en una posición un poquito más cómoda. Grabarla fue muy simpático, y a la hora de bajar del árbol no podíamos movernos prácticamente.

-¿Cuánto hay de ti en el personaje de Susana?

En cuanto a experimentar cosas nuevas en la vida sí tiene que ver conmigo. En la parte de luchar por el amor también, pero yo no soy muy casera. No soy de las personas que les gusta quedarse mucho tiempo en la casa. Necesito estar afuera, caminar, ver gente. En esa parte, discrepamos un poquito, pero Susana realmente estaba defendiendo el amor por su esposo e intentando que su matrimonio no cayera en la monotonía. Creo que es válido y puede hacerlo cualquier persona. Eso lo aprendí de Susana.

-También te apasiona la música. ¿Cómo descubriste esa vocación?

El teatro musical siempre me apasionó. Mi película preferida, cuando era adolescente, era La Bella del Alhambra. Yo veía a Beatriz Valdés y decía: «Si yo pudiera hacer eso». Lo veía todo tan lindo: estar en un escenario, cantar, bailar e interpretar a un personaje. Eso para mí era todo.

Mientras hacía teatro musical con Tony Díaz, me preguntaban por qué no empezaba a cantar. Luego mi mamá influyó mucho en eso. Un día busqué a un amigo que tocaba la guitarra, a otro amigo percusionista, y dije: «Vamos a hacerlo, a ver qué pasa». Recuerdo que las primeras canciones tenían mal los tonos. Yo no soy músico y no sabía. Después fui aprendiendo en el camino, y me apasiona muchísimo.

Nunca he sentido interés por grabar discos o hacer videoclips. Nada de eso. Yo disfruto mucho el momento de cantar canciones con una historia interesante, tener al público al frente, ver sus rostros y que canten conmigo. Eso es lo que realmente me gusta de cantar, que tiene que ver mucho con actuar porque tiene mucha interpretación.

-¿Qué te ofrece la música que no te brinda la actuación?

La música es más inmediata, puedo hacerla más seguido. La actuación lleva un proceso más largo de creación. Puedo canalizar las emociones a través de la música y eso es lo que más me gusta a la hora de montar un tema musical. Siempre busco incluir en mi repertorio canciones de intérpretes cubanas y extranjeras con un temperamento fuerte o que sean muy pasionales porque yo soy así y lo disfruto.

-¿Puedes hablarme sobre tus nuevos proyectos?

Ahora estamos preparando la gala de fin de año de Cuerda Viva. Soy una de las invitadas a cantar. El programa estará dedicado al aniversario 504 de La Habana. Eso me tiene atrapada. Me tocó cantar una canción que a mí me encanta, pero vocalmente es difícil.

Estoy grabando la serie humorística Yony El Yuma, dirigida por Alberto Yoel García. Estamos contentos con el resultado, y yo estoy experimentando en el mundo del humor, que no tiene mucho que ver conmigo, pero siempre es interesante lanzarse y hacer cosas nuevas.

También he incursionado en la presentación. Todos los domingos, estoy en el Bar Restaurante La Fela, que es además un proyecto de desarrollo local. Con ellos hago trabajos para los niños y me gusta mucho.

-¿Qué te hace feliz?

Mi hija me hace feliz. Es todo lo que me mueve a ser fuerte y a seguir adelante. Cuando estoy deprimida o tengo muchas preocupaciones, ella es mi rincón feliz. Voy hasta ella y se disipan los problemas.

-Ahora te diré unas palabras. Respóndeme con una frase qué significa cada una para ti:

Teatro: Pasión.
Televisión: La puerta al mundo.
Música: Vida.
Actuación: Mi terapia.
Éxito: Es relativo. Depende de lo que espera cada uno. Para mí el éxito no significa ser muy famoso, sino que las personas reconozcan tu trabajo.
Amor: El motor que impulsa todo.
Familia: El apoyo. La gran base que te ayuda a lograr lo que quieres.
Amigos: La medicina que cura.
Público: La razón de todo. Sin ellos mi profesión no tuviera ningún sentido.
Cuba: Mi lugar. Mis raíces. Mi todo.

nyr/Tribuna de La Habana