¿Qué tienen en común un mechón de pelo, un tirapiedras y un dibujo? Aparentemente,
nada. Pero para algunas madres son valiosos, grandes secretos.
Se trata de tesoros guardados con celo e infinito amor, y
a veces sin que nadie lo sepa, que formaron parte del nacimiento y la infancia de
nuestros hijos.
Las fotos no bastan, muchas veces hay objetos que no pueden
ser sustituidos solo por imágenes y que algunos hasta consideran raros, como las
primeras uñas o el primer mechón de pelo cortados al bebé, la manilla que le pusieron
al nacer y hasta el trocito de ombligo, aquel que le unía literalmente a la vida
de mamá.
Hay quien conserva un tete, la ropita con que le sacaron del hospital y con
la que se presentó al mundo por primera vez, también dibujos, libretas escolares
de cuando aprendía a escribir…
A simple vista, para personas ajenas, no tienen ningún valor,
pero para las madres existen un montón de razones psicológicas y emocionales que
vuelven valiosos esos objetos.
Son hasta símbolos de identidad, evocan momentos, pasajes
de una historia de amor irrepetible y, por tanto, tienen un significado especial
para mamá, quien, al ver ese tirapiedras, por ejemplo, recuerda aquella discusión
con el vecino porque el niño le llenó el portal de chícharos, lanzados con aquel
artefacto; y luego de muchas excusas, de intentar persuadir al ceñudo señor de que
era solo una diablura infantil sin mayores consecuencias, y de que ella los recogería
hasta el último grano, la última solución propuesta fue: ¡pues hágase un potaje!
Las madres solemos conservar esos objetos, a veces raros, por razones que remiten
a la nostalgia, al deseo de revivir o recordar momentos felices o singulares del
pasado, y porque también son una manera de decir: te quiero, te recuerdo y estoy
orgullosa de haberte llevado en mi vientre.
Tales recuerdos permiten conectar con emociones y sensaciones
experimentadas cuando los hijos eran pequeños, y así sentir más cerca al niño que
fue, aunque ahora tenga barba, bigote y hasta un bebé, del que quizás en este momento
mamá, y también papá, anden guardando celosamente el primer mechón de pelo recién
cortado.
amss/Tomado de Cubasí
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