El llanto de la bebé se intensificó luego del sorpresivo manotazo del padre en las piernitas, mientras soltaba una palabrota fuera de lugar ante la mirada indiferente de la madre y el dolor compartido en el silencio de quienes observamos la sorpresiva escena en la nocturnidad de la parada del ómnibus.
Minutos después, cuando llegó la guagua, sentí el empujón de la madre de aquella niña para hacer un lugar violentamente sin tener en cuenta que todos, sin excepción habíamos dejado el espacio de prioridad para la subida al ómnibus. ¿Cómo proteger a esa niña de tal manifestación de violencia?
La escena que describo fue lamentablemente tan real que cualquiera puede haber visto repetirse algo similar en cualquier parte de la ciudad con variables, tal vez diferentes (la violencia no siempre se manifiesta con gritos y golpes) pero el tema no deja de ser reflejado en nuestra propia conciencia al interrelacionarnos con los demás e incluso de haber incurrido en una acción deleznable, al gritar, levantar la voz con un tono agresivo y fuera de lo normal, cuestionar el derecho sexual de una pareja o actuar con indiferencia contra un miembro de nuestra familia o de otra, en algún momento.
Todos, sin excepción, tenemos derecho a viajar por la vida no solo con el objetivo de garantizar nuestro bienestar, sino de proveer de igual derecho a nuestros conciudadanos. De ahí la importancia del Código de familia que estamos a punto de poner sobre el escrutinio nacional con el propósito de garantizar la inclusión de todos los derechos que nos permitirán ser mejores ciudadanos.
En breve, nos adentraremos en el nuevo curso escolar. De algún modo, en el reencuentro de los estudiantes, –en todos los niveles de la enseñanza-, asistirán a sus centros de estudios con las experiencias vividas de estos meses de vacaciones.
Podremos observar, entre los educandos, niños y niñas con todos los tonos de la piel; sin embargo, en los encuentros habrá sonrisas, abrazos, palabras de amistad, amor y cariño. La exclusión, por lo que denominamos raza, es un sentimiento de rechazo condicionado en la familia, y alimentado, en algunos, como un detonante para marcar las diferencias y no la inclusión.
Precisamente en un mes en el cual la agenda pública tendrá en el centro el tema del Código de familias, muchas más son las razones para respaldar los valores que nos permitirán defender el futuro de todos, con todos y por el bien de todos.
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